oda a la mesa de trabajo

De vez en cuando me salgo un poco del mundo de los amigurumis y el crochet para inspirarme un poco. Ya sea que me de una caminada por el barrio (aunque ultimamente el porteño está demasiado intolerante y uno termina llegando triste a casa) o una navegada virtual. Ayer opté por está última, y mirando las cosas que hacen algunas mujeres que conozco hace un buen tiempo (conocer, lo que se dice conocer, seamos sinceros, conozco su trabajo por el blog nomas) me encontré con un sitio que se llama the selby. Lugares de trabajo. Todavía no investigué demasiado (quien lo hace o para que), pero tiene unas fotos maravillosas de casas y estudios de gente que realmente usa y vive en esos lugares (a diferencia, tal vez, de las revistas de decoración que nos muestran espacios inmaculados). Por esa razón les quiero mostrar mi mesa de trabajo. Cómoda, a falta de un verdadero estudio, soporta el millón de cosas que se me ocurren en el día a día, cortes, plasticola, hilos, tijeras, pelos de gato. Y ella siempre ahí, estoica, con la esperanza que de vez en cuando le pase un poco de blem.
Supongo que todos los que se dedican a las manualidades, sean artes o artesanías (distinción por más discutible) tienen su sagrado lugar de trabajo, ya sea un gran estudio o un pequeño lugar en la mesa de la cocina, donde nos sentimos en casa y con ganas de crear cosas que nos alimenten el alma.

Bueno, se acabó mi incipiente lado poético: mi hijo ya se levantó y con sonido de fondo auspiciado por cartoon me tengo que ir a prepararle el desayuno.

Antes de que me olvide, les va una foto con todos los amigurumis que llevé a Tienda Palacio el sábado pasado, y otra presentando a Juana, la monita (la novia de Jacques, según mi hijo). Por ahora nada más, estoy con unos cuantos pedidos y ordenando el comienzo de año escolar. Días atareados. Espero no me quiten demasiado tiempo. Y espero oír de uds también!!!